Ray Willis tiene cuarenta y dos años。 Le gusta vestir sencillo， se apaña con unos tejanos， camiseta blanca， y unas botas de serpiente tipo cowboy。 Antes de encarar la jornada de trabajo， y salir por ahí a pegarle una paliza a alguien， almuerza un par de cafés， o cerveza， depende la hora， y un puñado de cigarrillos。 No sale de casa sin su navaja de mariposa， por si las moscas。 Ray está enamorado de sus cassttes。 Adora el rock。 La música es algo que le ha acompañado toda su vida， sobre todo en los momentos difíciles。 También ama y adora a partes iguales a Andrada， la mujer del jefe。 Mal asunto。 Sobretodo si se trata del jefe de la mafia que domina Barcelona y prácticamente todo el litoral。 La cosa es que Ray y Andrada se conocieron en Rumanía hace años y el tipo nunca ha tenido el coraje suficiente para fugarse con ella en plan La Huida。 Ahora， piensa， es demasiado tarde。 Se culpa por ello， entre otras cosas。 Esa indecisión cansó a la chica， ya casi ni hablan。 El caso es que Ray es un amargado que nunca ha tenido agallas para dar un paso adelante en ninguno de los aspectos de su vida。 Se le da genial no cerrar etapas。 Esa falta de coraje le ha ido creando un sentimiento de culpa que se ha transformado presión en el pecho y cefaleas。 Es el precio que tiene que pagar por su mala cabeza。 Así sigue Ray， con su vida de mierda， compadeciéndose de si mismo hasta que un día se ve obligado a huir。 En el camino tratará de cerrar las heridas que le han llevado hasta el punto en el que se encuentra。 Por ello tendrá que pagar un precio。 Todo tiene un precio。